3. TRIPOLI

De camino a Tripoli la gozamos rodando en una carretera sin tráfico, con buen tiempo, una bonita postal mediterránea y alguna que otra fortaleza


Si en Beirut ya era masiva la presencia militar, los checkpoints de camino y a la entrada de Tripoli imponen respeto. Ya podemos llevar las alforjas llenas de explosivos que nadie nos registra. Al revés, nos miran como si fuéramos dos marcianos recién aterrizados. Por eso no nos piden los pasaportes, porque todo el mundo sabe que los extraterrestres no lo llevan nunca encima.

No estamos muy acostumbrados a ser recibidos en una ciudad con carteles publicitarios de esta índole...

Encontramos una ciudad sin el aire occidental ni la opulencia de su vecina del sur. Con una agradable ciudad antigua donde callejear, y cómo no, donde darle a uno de nuestros vicios favoritos.

Tripoli está plagada de carteles con la cara de los candidatos a las próximas elecciones.

Y el atardecer pinta de colores cálidos las viejas casas de la ciudad

Incluso la ciudadela que domina la ciudad está sitiada por tanques del ejército y encuentras barricadas dentro del castillo. Hay que andar con mucho cuidado cuando sacamos la cámara.

El de la foto es un candidato, no Marijaia.

Nos alojamos en la pensión del terror, regentada por octogenarias que están todo el día en un pienso. En la imagen, el pequeño altar que tenían montado en la habitación.