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La primera noche nos acogen en una madrasa (escuela coránica para l@s infieles que siguen Cyclotherapy) y al día siguiente estamos echando birras en una calle llena de bares de diseño.
Por la mañana escalamos puertos entre montañas nevadas y por la tarde contemplamos la puesta de sol en el mediterraneo.
Paseamos por avenidas plagadas de hoteles de cinco estrellas y sedes de multinacionales, que se alternan con edificios fantasmagóricos acribillados de proyectiles.
Al llegar a una plaza miras al reloj de la torre y te das cuenta de que es un Rolex. Cuesta creer que a pocas manzanas de aquí haya un campo de refugiados.
En Beirut se mezcla la modernidad y opulencia de Occidente y la sobriedad musulmana. Tiendas carísimas, moda italiana, pijos y pijas con Mercedes deportivos, mujeres despampanantes luciendo curvas imposibles…
Iglesias y mezquitas, a escasos metros unas de otras, salpican el paisaje urbano, ajenos a una no muy lejana confrontación “religiosa”.
ZUMOS
Los puestos callejeros de zumos y batidos son nuestro otro gran vicio y los grandes amigos del ciclista
Vivir al día
Antes de acercarse a una zona, conviene informarse primero. Cuando preguntamos, la gente siempre nos da la misma respuesta: hoy es seguro, mañana, quién sabe…
Y es que no es de extrañar que se hayan acostumbrado a tener una guerra cada pocos años, después de la turbulenta historia reciente de este pequeño país.
Tampoco sorprende que l@s libaneses sean propensos al desmadre en este ambiente bélico. Se suele decir que hay gente que bebe como si el mundo se fuera a acabar mañana. Nunca habíamos visto que dicha frase adquiriera tanto sentido como aquí.
mujeres libanesas
Entrar en Beirut desde de Oriente Medio, es entrar a un jardín proveniente del desierto, y no nos referimos únicamente a la exuberante vegetación de las montañas del Libano. Después de varias semanas en las que apenas coincidimos con personas del sexo femenino, y de contemplarlas bajo los pudorosos velos, pañuelos, guardapolvos… o cubiertas por el castísimo burka, aparecen en escena las mujeres libanesas, sensuales hasta decir basta, consiguiendo escandalizar a estos dos “mártires” de la bicicleta. Se nos olvida el cansancio y el stress al entrar en la ciudad, un todoterreno de alta gama está a punto de atropellarnos, pero a quién le importa cuando al volante va un monumento.
Si hubiera sido un taxista desdentado de Damasco, le habría caído un chorreo de impresión, pero somos unos gentlemen.